Eran las 6 de la mañana del 5º día de viaje cuando de nuevo sonó el despertador. El plan del día era subir desde Phonm Phen a Batdampang por barco, remontando el río y luego desde allí llegar a Poipet, para cruzar la frontera con Tailandia y llegar esa misma noche a Bangkok. Como había sido la tónica durante todo el viaje no teníamos nada reservado, salvo el billete de barco que habíamos comprado la tarde anterior, por lo que la improvisación volvería a estar a la orden del día.
A las 6:45 nos recogió la furgoneta que nos llevaría al barco, para acabar llegando al embarcadero, después de haber pasado por varios hoteles, moteles y guest houses, a las 7:30 de la mañana.
Como nos habíamos levantado tan temprano no habíamos tenido tiempo de desayunar, pero contábamos con que podríamos comprar algo en el barco, pues al ser un viaje de 6-8 horas pensábamos que el barco tendría algún pequeño bar… Craso error!!! Al final nos encontramos con que el barco era poco menos que un cascarón grande con un motor amarrado y nuestros estómagos ya empezaban a protestar.
Afortunadamente a la entrada del embarcadero, nos esperaban unas cuantas avezadas emprendedoras, que nos ofrecían todo tipo de delicias a precios casi razonables.
Al final compramos una barra de pan por cabeza (gracias a Dios, los franceses dejaron algo bueno en el país durante la época colonial), unos cuantos plátanos, agua para no morir deshidratados durante el día y aunque parezca increíble quesitos de “la vaca que ríe”
Finalmente dieron las 8 de la mañana y con puntualidad inglesa el barco comenzó su camino
El barco iba absolutamente a rebosar
Por lo que nosotros tuvimos que ir a la “cubierta”del barco para poder acomodarnos. Algo que realmente no nos importó demasiado ya que podíamos ir más estirados y aprovechar para descansar la vista mientras atravesábamos un lago tan grande que parecía que estábamos en el medio del mar.
Tras unos 45 minutos de travesía por fin volvimos a entrar en el río y al cabo de un rato nos saludó el primer pueblo flotante, de los muchos que nos encontraríamos a lo largo del camino.
Que como podéis comprobar hasta contaba con su barco-iglesia
En la parte baja del río, el cauce era ancho y caudaloso. Prácticamente todas las zonas y pueblos que íbamos cruzando eran agrupaciones de pequeñas lanchas o casas flotantes. Auténticos cascarones, donde la gente vive y se desplaza.
Todo el transporte se hace en barcas. Algunas a motor u otras simplemente a remo
y los barcos de “largo recorrido” como el nuestro, se aprovechan para hacer intercambios de mercancía con los pueblos más cercanos o lejanos. Aquí podéis ver como están cargando mercancía en nuestro barco.
Como podéis comprobar el principal medio de subsistencia de esta gente es la pesca. Aquí podéis ver alguna de las lanchas con los aparejos o las redes que plantan a lo largo de todo el río para pescar.
A medida que íbamos subiendo por el río el aspecto de la ribera iba cambiando, hasta le punto de que nos llegamos a encontrar en medio de selva cerrada, donde los arbustos invadían el cauce, haciendo este más estrecho y por ello más complicada la navegación, pero tras un par de horas el aspecto del río volvió a cambiar. Ahora las casas ya no se encontraban flotando sobre el río, sino sobre pilotes en la ribera y además podíamos ver como la tierra rojiza se encontraba ya trabajada, esperando por las lluvias, lo que hace pensar que la agricultura es el modo de vida en las zonas más altas del río, donde en la época de sequía, que es en la que nos encontrábamos, el río no suele proveer tanto alimento como sería necesario.
Llevábamos ya sobre 5-6 horas de camino y ya habíamos dado buena cuenta de las provisiones de comida que habíamos comprado antes de montarnos en el barco. Cuando compramos los billetes, nos habían comentado que el viaje sería de entre 6 y 8 horas, en función de como estuviese el río de lleno y dado que el río iba prácticamente vacío, tal y como podéis comprobar en esta foto
Contábamos que con tardaríamos 8 horas en llegar a Batdampang, ya que teníamos que ir bastante despacio e incluso algunas veces el barco tocaba en el fondo del río y se quedaba varado durante algunos minutos, mientras la tripulación, con ayuda de varas el devolvía la flotabilidad. De todos modos ya empezábamos a estar bastante cansados. Teníamos que ir en le techo del barco y no llevábamos protección solar, por lo que empezamos a cubrirnos como buenamente podíamos para evitar que se nos cayese la piel a tiras.
Pero incautos de nosotros, llegaron las 8 horas de viaje y aún faltaba bastante camino por recorrer, si bien el paisaje del río ya había cambiado bastante, con más llanura y menos selva.
y se empezaba a anotar que llegábamos a una zona más rica del país. Palmeras y animales nos vigilaban desde los lados
Así como construcciones más elaboradas que simples chozas de madera
Mientras todos los niños con los que nos cruzábamos nos saludaban efusivamente con una gran sonrisa en la boca
Aun así aquí se puede ver hasta el nivel al que pueden llegar las aguas del río en la época de lluvia. Esta casa estaba bastante elevada, con respecto al cauce del río y aun así estaba construida sobre pilotes.
Al cabo de casi 10 horas de travesía y cuando parecía que alguno de nosotros estaba a punto de matar al capitán en un acto de amotinamiento, por fin llegamos a nuestro destino.
En Batdampang nos recibieron unas cuantas decenas de locales ofreciéndonos taxis, hoteles y demás placeres... Dado que nos habíamos retrasado bastante en el planning, pensábamos que ya no seríamos capaces de llegar a Poipet antes de que la frontera cerrase y que tendríamos que pasar la noche en Batdampang. Algo que en el fondo tampoco nos importaba demasiado, ya que parece ser que la ciudad es bastante turística, más por la propia estructura de la ciudad, que no por los atractivos que esta pueda tener, pero después de haber estando en Phonm Phen y el Siem Reap, tampoco esperábamos que nos pudiese aportar mucho más.
En el propio embarcadero y casi como por casualidad uno de los “guías” que ofrecían hoteles nos dijo que su primo podría llevarnos a la frontera con su “taxi”. Nos juró y perjuró que llegaríamos a tiempo. Que la frontera cerraba a las 8 de la tarde y que estábamos a menos de 2 horas de Poipet (eran casi las 6 de la tarde). Así que después de negociar el precio accedimos no sin antes advertirle que si no llegábamos a tiempo no le pagaríamos un duro. Ya estábamos bastante quemados por las 10 horas del barco y no nos la queríamos volver a jugar y que nos volviesen a mentir.
Llegó el “primo2 con su Toyota Camry tuneado y aquí empezó otra de las aventuras más surrealistas del viaje. Al ppio iban dos tíos sentados en el asiento del conductor.
Pero tras unos 15-20 minutos de trayecto nos paramos a repostar gas (del natural, el coche lleva la bombona en el maletero). Allí uno de nuestros pilotos se bajó para no volver, mientras que el otro se fumaba un cigarrito tan tranquilo al lado de la manguera con la que nos rellenaban la bombona con gas a presión. Si la gasolina es inflamable imaginaros el gas a presión!!! Pero eso es una minucia en comparación con lo que nos esperaría después.
Como ya os comenté en anteriores post, las carreteras camboyanas no es que sean autopistas de 4 carriles recién terminadas y nuestro amigo, ante el miedo a hacer el viaje y que cuando llegásemos la frontera estuviese cerrada, con las nefastas consecuencias para su bolsillo... iba de auténtico rally. Si no fuese porque ya estábamos más que acostumbrados a viajar con los taxistas de Shanghai seguro que a más de uno se nos hubiese saltado el corazón por la boca al ver los adelantamientos in extremis, rozando los espejos o como casi atropellábamos a varios motoristas que circulaban por el “arcén”.
Pero por si eso fuese poco “bizarro” y conducir en esas circunstancias, a velocidades de entre 100 y 120 Km/h por la noche no fuese suficiente, nuestro nuevo ShiFu quiso amenizarnos el viaje, poniéndonos una película en su súper radio DVD... No se que nos vio en la cara, que decidió que podría gustarnos una especie de película entre erótica y de terror taiwanesa que tenía en su colección.
Además el tío se la sabía de memoria y cuando llegaba alguna escena subidita de todo no paraba de mirar con el rabillo del ojo hacia la pantalla, en vez de prestar atención a lo que estaba haciendo. Por lo que tras 10 minutos decidimos que era mejor quitarle la película al chaval para que fuese centrado en lo que estaba... pues algo de riesgo no está mal, pero eso ya empezaba a sobrepasar nuestro límite de tolerancia.
Afortunadamente acabamos llegando a la frontera en Poipet en tan solo poco más de una hora y cuarto de viaje y tras comprobar que la frontera estaba aún abierta le pagamos a nuestro querido amigo los 35 USD tal y como habíamos convenido.
Tras pasar el control de salida de Camboya inmortalizamos el momento con un par de billetes de dolar en la mano a la puerta de un casino en “tierra de nadie”, mientras venían a la memoria los recuerdos de la noche en Phonm Phen
Tras entrar en Tailandia de nuevo tocaba buscarse la vida para poder llegar a Bangkok. La opción era “bus de linea” o “taxi”. En cualquiera de los casos el viaje rondaría las 3 horas como mínimo y habiéndonos levantado a las 6 de la mañana y después del palizón del viaje en barco y en coche queríamos algo rápido y cómodo, para llegar al hotel (que no teníamos) lo antes posible, por lo que acabamos optando por le taxi.
En la misma frontera hay una compañía de taxis que se dedica a hacer estos recorridos, así que para allí nos fuimos. Vimos una especia de furgoneta taxi y decidimos que ese sería nuestro medio de transporte, pero el capullo del dueño, viendo que estábamos casi sin opción, nos dijo que la furgoneta estaba ocupada, por lo que íbamos en taxi normal o no íbamos (la furgo consume más gasolina) por lo que al final no nos quedó más remedio que pasar por el aro y apretujarnos en el coche, algo que a la postre no importó demasiado, pues el cansancio hizo que nos quedásemos fritos al poco de comenzar el camino.
Al cabo de 3 horas acabamos llegando a Bangkok pasada ya la 1 de la madrugada... Afortunadamente nuestro mariscal de campo gracias a un contacto que tiene en Bangkok nos consiguió habitaciones a un precio económico en un hotelito con piscina más que decente en le barrio de Rama IV. Y menos mal que la suerte nos volvía a sonreír, porque ya habíamos llamado a todos los hoteles que salían en la Lonely Planet, más alguno más del que teníamos referencias y todos estaban completos...
Tras una duchita refrescante caíamos redondos en la cama. Aún quedaba día y medio en Bangkok, para ver el lado más oscuro y conocido de la ciudad.
A las 6:45 nos recogió la furgoneta que nos llevaría al barco, para acabar llegando al embarcadero, después de haber pasado por varios hoteles, moteles y guest houses, a las 7:30 de la mañana.
Como nos habíamos levantado tan temprano no habíamos tenido tiempo de desayunar, pero contábamos con que podríamos comprar algo en el barco, pues al ser un viaje de 6-8 horas pensábamos que el barco tendría algún pequeño bar… Craso error!!! Al final nos encontramos con que el barco era poco menos que un cascarón grande con un motor amarrado y nuestros estómagos ya empezaban a protestar.
Afortunadamente a la entrada del embarcadero, nos esperaban unas cuantas avezadas emprendedoras, que nos ofrecían todo tipo de delicias a precios casi razonables.
Al final compramos una barra de pan por cabeza (gracias a Dios, los franceses dejaron algo bueno en el país durante la época colonial), unos cuantos plátanos, agua para no morir deshidratados durante el día y aunque parezca increíble quesitos de “la vaca que ríe”
Finalmente dieron las 8 de la mañana y con puntualidad inglesa el barco comenzó su camino
El barco iba absolutamente a rebosar
Por lo que nosotros tuvimos que ir a la “cubierta”del barco para poder acomodarnos. Algo que realmente no nos importó demasiado ya que podíamos ir más estirados y aprovechar para descansar la vista mientras atravesábamos un lago tan grande que parecía que estábamos en el medio del mar.
Tras unos 45 minutos de travesía por fin volvimos a entrar en el río y al cabo de un rato nos saludó el primer pueblo flotante, de los muchos que nos encontraríamos a lo largo del camino.
Que como podéis comprobar hasta contaba con su barco-iglesia
En la parte baja del río, el cauce era ancho y caudaloso. Prácticamente todas las zonas y pueblos que íbamos cruzando eran agrupaciones de pequeñas lanchas o casas flotantes. Auténticos cascarones, donde la gente vive y se desplaza.
Todo el transporte se hace en barcas. Algunas a motor u otras simplemente a remo
y los barcos de “largo recorrido” como el nuestro, se aprovechan para hacer intercambios de mercancía con los pueblos más cercanos o lejanos. Aquí podéis ver como están cargando mercancía en nuestro barco.
Como podéis comprobar el principal medio de subsistencia de esta gente es la pesca. Aquí podéis ver alguna de las lanchas con los aparejos o las redes que plantan a lo largo de todo el río para pescar.
A medida que íbamos subiendo por el río el aspecto de la ribera iba cambiando, hasta le punto de que nos llegamos a encontrar en medio de selva cerrada, donde los arbustos invadían el cauce, haciendo este más estrecho y por ello más complicada la navegación, pero tras un par de horas el aspecto del río volvió a cambiar. Ahora las casas ya no se encontraban flotando sobre el río, sino sobre pilotes en la ribera y además podíamos ver como la tierra rojiza se encontraba ya trabajada, esperando por las lluvias, lo que hace pensar que la agricultura es el modo de vida en las zonas más altas del río, donde en la época de sequía, que es en la que nos encontrábamos, el río no suele proveer tanto alimento como sería necesario.
Llevábamos ya sobre 5-6 horas de camino y ya habíamos dado buena cuenta de las provisiones de comida que habíamos comprado antes de montarnos en el barco. Cuando compramos los billetes, nos habían comentado que el viaje sería de entre 6 y 8 horas, en función de como estuviese el río de lleno y dado que el río iba prácticamente vacío, tal y como podéis comprobar en esta foto
Contábamos que con tardaríamos 8 horas en llegar a Batdampang, ya que teníamos que ir bastante despacio e incluso algunas veces el barco tocaba en el fondo del río y se quedaba varado durante algunos minutos, mientras la tripulación, con ayuda de varas el devolvía la flotabilidad. De todos modos ya empezábamos a estar bastante cansados. Teníamos que ir en le techo del barco y no llevábamos protección solar, por lo que empezamos a cubrirnos como buenamente podíamos para evitar que se nos cayese la piel a tiras.
Pero incautos de nosotros, llegaron las 8 horas de viaje y aún faltaba bastante camino por recorrer, si bien el paisaje del río ya había cambiado bastante, con más llanura y menos selva.
y se empezaba a anotar que llegábamos a una zona más rica del país. Palmeras y animales nos vigilaban desde los lados
Así como construcciones más elaboradas que simples chozas de madera
Mientras todos los niños con los que nos cruzábamos nos saludaban efusivamente con una gran sonrisa en la boca
Aun así aquí se puede ver hasta el nivel al que pueden llegar las aguas del río en la época de lluvia. Esta casa estaba bastante elevada, con respecto al cauce del río y aun así estaba construida sobre pilotes.
Al cabo de casi 10 horas de travesía y cuando parecía que alguno de nosotros estaba a punto de matar al capitán en un acto de amotinamiento, por fin llegamos a nuestro destino.
En Batdampang nos recibieron unas cuantas decenas de locales ofreciéndonos taxis, hoteles y demás placeres... Dado que nos habíamos retrasado bastante en el planning, pensábamos que ya no seríamos capaces de llegar a Poipet antes de que la frontera cerrase y que tendríamos que pasar la noche en Batdampang. Algo que en el fondo tampoco nos importaba demasiado, ya que parece ser que la ciudad es bastante turística, más por la propia estructura de la ciudad, que no por los atractivos que esta pueda tener, pero después de haber estando en Phonm Phen y el Siem Reap, tampoco esperábamos que nos pudiese aportar mucho más.
En el propio embarcadero y casi como por casualidad uno de los “guías” que ofrecían hoteles nos dijo que su primo podría llevarnos a la frontera con su “taxi”. Nos juró y perjuró que llegaríamos a tiempo. Que la frontera cerraba a las 8 de la tarde y que estábamos a menos de 2 horas de Poipet (eran casi las 6 de la tarde). Así que después de negociar el precio accedimos no sin antes advertirle que si no llegábamos a tiempo no le pagaríamos un duro. Ya estábamos bastante quemados por las 10 horas del barco y no nos la queríamos volver a jugar y que nos volviesen a mentir.
Llegó el “primo2 con su Toyota Camry tuneado y aquí empezó otra de las aventuras más surrealistas del viaje. Al ppio iban dos tíos sentados en el asiento del conductor.
Pero tras unos 15-20 minutos de trayecto nos paramos a repostar gas (del natural, el coche lleva la bombona en el maletero). Allí uno de nuestros pilotos se bajó para no volver, mientras que el otro se fumaba un cigarrito tan tranquilo al lado de la manguera con la que nos rellenaban la bombona con gas a presión. Si la gasolina es inflamable imaginaros el gas a presión!!! Pero eso es una minucia en comparación con lo que nos esperaría después.
Como ya os comenté en anteriores post, las carreteras camboyanas no es que sean autopistas de 4 carriles recién terminadas y nuestro amigo, ante el miedo a hacer el viaje y que cuando llegásemos la frontera estuviese cerrada, con las nefastas consecuencias para su bolsillo... iba de auténtico rally. Si no fuese porque ya estábamos más que acostumbrados a viajar con los taxistas de Shanghai seguro que a más de uno se nos hubiese saltado el corazón por la boca al ver los adelantamientos in extremis, rozando los espejos o como casi atropellábamos a varios motoristas que circulaban por el “arcén”.
Pero por si eso fuese poco “bizarro” y conducir en esas circunstancias, a velocidades de entre 100 y 120 Km/h por la noche no fuese suficiente, nuestro nuevo ShiFu quiso amenizarnos el viaje, poniéndonos una película en su súper radio DVD... No se que nos vio en la cara, que decidió que podría gustarnos una especie de película entre erótica y de terror taiwanesa que tenía en su colección.
Además el tío se la sabía de memoria y cuando llegaba alguna escena subidita de todo no paraba de mirar con el rabillo del ojo hacia la pantalla, en vez de prestar atención a lo que estaba haciendo. Por lo que tras 10 minutos decidimos que era mejor quitarle la película al chaval para que fuese centrado en lo que estaba... pues algo de riesgo no está mal, pero eso ya empezaba a sobrepasar nuestro límite de tolerancia.
Afortunadamente acabamos llegando a la frontera en Poipet en tan solo poco más de una hora y cuarto de viaje y tras comprobar que la frontera estaba aún abierta le pagamos a nuestro querido amigo los 35 USD tal y como habíamos convenido.
Tras pasar el control de salida de Camboya inmortalizamos el momento con un par de billetes de dolar en la mano a la puerta de un casino en “tierra de nadie”, mientras venían a la memoria los recuerdos de la noche en Phonm Phen
Tras entrar en Tailandia de nuevo tocaba buscarse la vida para poder llegar a Bangkok. La opción era “bus de linea” o “taxi”. En cualquiera de los casos el viaje rondaría las 3 horas como mínimo y habiéndonos levantado a las 6 de la mañana y después del palizón del viaje en barco y en coche queríamos algo rápido y cómodo, para llegar al hotel (que no teníamos) lo antes posible, por lo que acabamos optando por le taxi.
En la misma frontera hay una compañía de taxis que se dedica a hacer estos recorridos, así que para allí nos fuimos. Vimos una especia de furgoneta taxi y decidimos que ese sería nuestro medio de transporte, pero el capullo del dueño, viendo que estábamos casi sin opción, nos dijo que la furgoneta estaba ocupada, por lo que íbamos en taxi normal o no íbamos (la furgo consume más gasolina) por lo que al final no nos quedó más remedio que pasar por el aro y apretujarnos en el coche, algo que a la postre no importó demasiado, pues el cansancio hizo que nos quedásemos fritos al poco de comenzar el camino.
Al cabo de 3 horas acabamos llegando a Bangkok pasada ya la 1 de la madrugada... Afortunadamente nuestro mariscal de campo gracias a un contacto que tiene en Bangkok nos consiguió habitaciones a un precio económico en un hotelito con piscina más que decente en le barrio de Rama IV. Y menos mal que la suerte nos volvía a sonreír, porque ya habíamos llamado a todos los hoteles que salían en la Lonely Planet, más alguno más del que teníamos referencias y todos estaban completos...
Tras una duchita refrescante caíamos redondos en la cama. Aún quedaba día y medio en Bangkok, para ver el lado más oscuro y conocido de la ciudad.